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Hablar, escribir, o más en general: comunicar, es utilizar y reproducir poder, del que no hay escapatoria si vivimos en sociedad. Este poder se convierte en peligroso si no somos conscientes de él y se corre así el riesgo de convertirse en dominación sobre nosotros.
El objetivo de mi capítulo es ofrecer herramientas para detectar el poder del lenguaje en los diferentes actos de habla.
Para ello, el capítulo tratará de cuatro aspectos de este poder del lenguaje: Primero, describiré la estructura semántica – de los significados -, aquella estructura de habla que al igual que la gramática, parece que la tenemos que seguir, aunque no nos demos cuenta de su existencia. Segundo, del poder de las palabras. Las palabras no son inocentes y la elección de una palabra u otra puede tener importantes (o poderosas) consecuencias. Tercero, de la relevancia del idioma. Se trata de una cuestión altamente importante, teniendo en mente la situación en Catalunya o el conflicto lingüístico en el Pais Valencià pero también la distribución desigual del peso de los idiomas a nivel global. Y finalmente el poder del discurso. Con ello me refiero a la influencia tanto de la infraestructura como a las consecuencias materiales de los actos de habla.
Veremos que el lenguaje es una herramienta principal tanto cohesión social como de coerción con importantes implicaciones políticas y sociales y que reproduce de forma latente relaciones sociales existentes de dominación.